Miedo a lo diferente

Existen muchas formas de miedo tan arraigadas que a veces las personas no son conscientes de ello, están el miedo al qué dirán, miedo a fracasar, a no cumplir con las expectativas de los demás, a ver más allá del mundo que los rodea y salirse de la burbuja del diario vivir.

Sí, hay miedo por todos lados, pero uno de los miedos que mas hace daño es el miedo a lo que es diferente, miedo a quien no es igual a lo que se supone «yo soy» y es ahí donde la gente empieza a crear una escala de valores absurda en la cual si eso es diferente, entonces vale menos.

Y por supuesto, también está la escala social que dicta que lo que no se encuentra dentro de lo «normal» debe ser puesto a un lado para ignorarlo o despreciarlo y cada vez se crean más y más argumentos para separarse de las personas que nos rodean ¿cuánto dinero gana? ¿qué color de piel tiene? ¿es gordo o flaco? ¿es hombre? ¿es mujer? ¿dónde vive? ¿qué le gusta? ¿qué religión tiene? ¿o no tiene ninguna? y así empieza una lista interminable que evita que veamos a todas y cada una de las personas que nos cruzamos en la vida por lo que realmente son, seres iguales a nosotros, personas que nos enseñan que todos somos uno solo y que así como uno trata a los demás, así se trata a uno mismo.

Afortunadamente nací en un entorno lleno de miedo a lo diferente, en donde la gente se clasifica por su estatus social, por su apariencia, por el dinero, por el color de la piel, por sus gustos e incluso por la cantidad de seguidores que tiene (sí redes sociales, estoy hablando de ustedes) y digo que afortunadamente porque a lo largo de mi vida, todo eso me ha enseñado que simplemente esas cosas no tienen importancia y cuando las he dejado aparte he podido tener un millón de experiencias que me han enriquecido como persona.

Si aún tuviera ese tipo de miedo no tendría el hijo que tengo, no habría dejado que la danza inundara mi vida para aprender y sanarme a través de ella, no amaría esas culturas lejanas que tanto me han aportado, no tendría los buenos amigos que tengo, viviría encerrada en una habitación torturándome por lo que no tengo y por lo que «no soy» y sobre todo, seguiría con la venda en los ojos que la mayoría tiene, seguiría en una burbuja que me haría creer que soy diferente y que por eso soy más o menos que los demás, seguiría anclándome más y más en los dramas cotidianos, separándome de mi verdadera esencia, dejando que otros dicten lo que se supone «debo ser».

Y es por eso que agradezco poder ver las cosas de otra forma, claro, el camino no es fácil y nunca lo será pero estoy segura de que por lo menos al abrirme a ese montón de posibilidades, de aceptar y vivir en lo que de alguna forma es diferente estoy aprendiendo cada día más y más y de alguna forma así sigo encontrando la paz dentro de mi.

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